Iván Daiber comenzó su producción profesional, en el año 1982, como arquitecto independiente y artista visual. Paralelamente trabaja en estas actividades, hasta hoy. En este periodo ha desarrollado diversos proyectos y exposiciones a nivel nacional e internacional, con reconocida trayectoria.

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Esos peces de bronce estampados en la madera de los cuerpos de las mujeres, las colas de sus pequeños ratones, las patas de los mismos peces, hacen presente, antes que nada, la relación entre el bronce y la madera en un diálogo y en una combinatoria sorprendente, abierto a un humor que lejos de quedarse en si mismo, se desdobla en una suerte de angustiosa interrogación sobre la naturaleza de las cosas, aguda precisamente porque no va precedida de ningún énfasis, de ningún acento demasiado cargado, sino que por el contrario se va mostrando como si no fuese más que un juego o un ejercicio puro de la imaginación.

Entonces cuando nos percatamos que la aparente pureza de estas esculturas no es sino la antesala de una oscuridad, o mejor dicho, de una suerte de obsesión que las transforma en los signos expuestos de una fragilidad casi metafísica (de nosotros, de las cosas que miramos, del mundo) que tiene pocos parangones en nuestro arte.

La obra de Iván Daiber se constituye así como una de las más inquietantes y originales figuras de la nueva generación de escultores aparecidos en los últimos años en Latinoamérica, y que han introducido una nueva y revitalizadora mirada en diálogo y confrontación con los grandes escultores que los han precedido. lo que este artista nos está mostrando es, sobre todo, una lección de libertad.

Raúl Zurita